El conflicto entre opuestos marca
profundamente nuestra vida: la lucha entre riqueza y pobreza, libertad y
esclavitud, pensar-sentir, rápido-lento, conservador-innovador,
realidad-posibilidades, sueño-raciocinio, cabeza-corazón, masculino-femenino,
grande-pequeño, frío-caliente, padre-madre, guapo-feo, bueno-malo,
divertido-aburrido, o vivo-muerto, son solo algunos de los pares de opuestos
que nos presenta la vida.
Cuando vivimos un
extremo solemos demonizar el otro. Llega un momento en que la sabiduría nos
dice que no hay bueno o malo. El Buda lo pregonaba hace dos mil quinientos años:
la clave es la vía media. Pero si cerramos la puerta a Sofía (la sabiduría), en
su lugar vendrán enfermedades, pérdidas, aburrimiento u otras circunstancias de
la vida que nos desplazarán hacia lo que hemos demonizado.
El conflicto es
esencial para el crecimiento psicológico. Según Jung, para nuestro crecimiento psicológico
debemos en afrontar, dentro de nosotros, el conflicto entre dos opuestos. Según
plantea Patrick Harpur en su libro Realidad
Daimónica, el camino enriquecedor consiste en soportar tan conscientemente
como nos sea posible, la tensión entre dos opuestos, sin eliminar ninguno, y manteniéndolos sin resolver. Será doloroso
pero honrado. La energía finalmente se retrae del conflicto y se hunde en el
inconsciente, de donde emergerá una solución creativa, totalmente nueva e
imprevisible.
En mi libro El poder del inconsciente presenté un
método para acceder a soluciones creativas ante cualquier problema o conflicto.
La solución que el día anterior parecía complicada, por la mañana aparecía por
sí sola y sin pensar. Venía como una intuición, como si el alma durante el
sueño hubiera accedido a algún lugar dónde le había sido revelada una solución
creativa a un problema que parecía irresoluble. La historia está repleta de
casos como el mío. Algunos han recibido premios Nobel por fórmulas que han
soñado o por experimentos que les han sido revelados durante el sueño.
Tras una exhaustiva investigación en áreas tan diversas
como la mitología, las religiones (gnosticismo, paganismo, cristianismo), la filosofía
(Nietzsche, Schopenhauer, William James, etc.) e incuso la astrología, el psicólogo suizo Carl Gustav
Jung (1875 - 1961) redujo a cuatro las funciones
como la mente humana encara la vida: pensamiento o sentimiento, percepción o
intuición. Cada una corresponde con un tipo psicológico:
INTUITIVO – SENSORIAL
y PENSAR – SENTIR
Nuestro
crecimiento psicológico depende de cómo lidiamos y armonizamos contrarios y los tipos
psicológicos son la baza para encarar nuestra lucha contra los elementos. Como
las dos caras de una moneda, los cuatro tipos psicológicos forman dos pares de opuestos.
Siendo ambas válidas, el conflicto aparece cuando manejar las al mismo tiempo
nos parece imposible.
El pensar y el
sentir se oponen. Cuando pensamos usamos la lógica y censuramos nuestros
sentimientos; y a la inversa, cuando sentimos nos suele importar poco la razón.
Una persona puede pensar con la cabeza o con el corazón.
Ocurre lo mismo
con la intuición y la percepción. La intuición detesta la realidad y las
limitaciones del mundo real, y le fascinan las posibilidades y las nuevas
opciones; en cambio para la percepción sólo existe la realidad, lo palpable, y
huye de quimeras y especulaciones. Lamentablemente cuando un tipo se junta con
su opuesto, suele haber tensión y conflicto.
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