El dios babilonio Nabu fue el predecesor del Mercurio (Hermes) que usamos hoy día en astrología. Nabu era el patrón de los escribas, la sabiduría y la literatura. En acadio nabu significaba llamar; en arameo y en hebreo la palabra tomó el sentido de 'aquél que ha sido llamado' o 'aquél que profetiza'. En Babilonia, Nabu era custodio de las tablas del destino, las cuales contenían el futuro de los hombres, de hecho cuando la astrología usaba solo 7 planetas, el patrón de la astrología era Mercurio.
Nabu tenía que ver con libros. Según Fernando Rodriguez Palacios, en Babilonia a las bibliotecas se las llamaba Ezida, que era el nombre con el que se conocía al complejo de edificaciones religiosas de la ciudad de Borsippa (en el Irak actual) donde estaba ubicado el templo del dios Nabu.
Nabu fue un dios muy prominente en Babilonia: era el hijo de Marduk (Júpiter), patrón de la ciudad de Babilonia. El Enuma Elish, el poema babilónico de la creación, hacía propaganda religiosa para exaltar a Marduk por encima de las deidades de antiguas ciudades desaparecidas o que habían perdido su esplendor.
A Nabu se le veneraba no solo en Babilonia sino también en Asiria. De hecho, una de las bibliotecas de estado más importante de Babilonia fue hallada en el palacio norte de Ninevé, en Asiria, y perteneció al monarca asirio Assurbanipal. Pero hubo más bibliotecas, sobre todo la que reunió el monarca Assurnarsipal II en la ciudad de Assur, antigua capital de Asiria. Se cree que fue este mismo monarca quien comandó la biblioteca para el templo de Nabu, la cual fue hallada en el palacio del sudeste de la ciudad de Kalah, escribe Rodriguez Palacios, autor que cree que el compilador de dicha biblioteca fue el famoso escriba Nabu-zukup-zina.1
Muchos nombres en Babilonia son teóforos: contienen como parte del nombre a un dios. El famoso escriba agregó a su nombre el del dios Nabu (muy apropiado por ser escriba); el monarca Nabucodonosor agregó al principio de su propio nombre al dios Nabu; también Nabónido, último monarca neo-babilónico, el cual estableció en la antigua ciudad de Ur un almacén (museo) con inscripciones pertenecientes a varios períodos del pasado de Babilonia y Mesopotamia.
Todo ello testimonia que el significado astrológico del planeta Mercurio tiene sus orígenes en Babilonia, aunque luego encontrarámos equivalentes en Grecia, en Roma y sobre todo en Alejandría.
Fernando Fernández Palacios, Assurbanipal, un rey asirio ilustrado (Cuenca: Aldebarán Editores, 2014), págs. 99-100.
Nabu tenía que ver con libros. Según Fernando Rodriguez Palacios, en Babilonia a las bibliotecas se las llamaba Ezida, que era el nombre con el que se conocía al complejo de edificaciones religiosas de la ciudad de Borsippa (en el Irak actual) donde estaba ubicado el templo del dios Nabu.
Nabu fue un dios muy prominente en Babilonia: era el hijo de Marduk (Júpiter), patrón de la ciudad de Babilonia. El Enuma Elish, el poema babilónico de la creación, hacía propaganda religiosa para exaltar a Marduk por encima de las deidades de antiguas ciudades desaparecidas o que habían perdido su esplendor.
A Nabu se le veneraba no solo en Babilonia sino también en Asiria. De hecho, una de las bibliotecas de estado más importante de Babilonia fue hallada en el palacio norte de Ninevé, en Asiria, y perteneció al monarca asirio Assurbanipal. Pero hubo más bibliotecas, sobre todo la que reunió el monarca Assurnarsipal II en la ciudad de Assur, antigua capital de Asiria. Se cree que fue este mismo monarca quien comandó la biblioteca para el templo de Nabu, la cual fue hallada en el palacio del sudeste de la ciudad de Kalah, escribe Rodriguez Palacios, autor que cree que el compilador de dicha biblioteca fue el famoso escriba Nabu-zukup-zina.1
Muchos nombres en Babilonia son teóforos: contienen como parte del nombre a un dios. El famoso escriba agregó a su nombre el del dios Nabu (muy apropiado por ser escriba); el monarca Nabucodonosor agregó al principio de su propio nombre al dios Nabu; también Nabónido, último monarca neo-babilónico, el cual estableció en la antigua ciudad de Ur un almacén (museo) con inscripciones pertenecientes a varios períodos del pasado de Babilonia y Mesopotamia.
Todo ello testimonia que el significado astrológico del planeta Mercurio tiene sus orígenes en Babilonia, aunque luego encontrarámos equivalentes en Grecia, en Roma y sobre todo en Alejandría.
Fernando Fernández Palacios, Assurbanipal, un rey asirio ilustrado (Cuenca: Aldebarán Editores, 2014), págs. 99-100.
bien
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